FELICIDAD

Existen costumbres y costumbres, pero algunas resaltan más que otras,puede que por el alto nivel de estupidez que las caracterizan cuando las miras desde fuera.
El caso es,que existía una niña que tenía la estúpida costumbre de enfrascar en fino cristal el jugo, las exquisitas gotas de felicidad de los buenos y valiosos momentos. Cerraba los ojos con fuerza hasta despedazar el momento en su mente y sacarle toda la pulpa a bocados: un par de lágrimas de felicidad que se precipitaban con prisa al frasquito previamente preparado.
Cada momento de cada día de su vida se almacenaba en esos pequeños frascos, todos ordenados en una pequeña balda.
Un día, aquella balda quebró, deshaciendo en fragmentos cada uno de los valiosos recuerdos. Desesperadamente, la joven se arrojó al suelo con la intención de rescatar apenas unas gotas de aquel elixir que con tanto esmero había almacenado toda su vida, pero en aquellos cristales rotos no quedaba rastro alguno de la existencia del elixir.
Y es que quizá la felicidad es tan efímera, tan frágil, que no se puede retener apenas un instante. Ni en frascos, ni en la memoria, ni retenerla junto a uno...
¿Que qué pretendía almacenando todo aquello? Supongo que lo que quiere todo el mundo: conseguir la felicidad plena cuando más lejana ésta parece.
No sé si necesitamos una lágrima en nuestros frascos en cada instante y momento de nuestra vida, solo sé que almenos sí necesitamos saber que estará ahí, en aquella balda, para cuando otro tipo de lágrimas nos ahoguen.
Me voy de vacaciones con una sensación un poco rara.¿ Será que necesito visualizar almenos el frasco? Os deseo a todos la ingenuidad necesaria como para no saber que no se puede retener la felicidad, porque cuando uno lo descubre, solo ve frascos rotos en el suelo...
Vuelvo en 8 días,espero! Felices vacaciones.