Heridas de guerra

A veces, mis propios escritos me atacan. Implacables, forman escuadrón y cada palabra endereza su lanza de sentimientos, bien afilada, esperando ensartarme de nuevo, hacerme sangrar ese tipo de recuerdos. Oigo la fiereza del grito de guerra- a veces,incluso aullar de pena al perro de mi vecina,siempre solo-seguido del sonido de la chatarra,de las armaduras que chocan y arañan el silencio de la noche. No sé porqué me empeño en que estos asaltos sean siempre de noche,pero es así. Las palabras avanzan firmes,juntas y cohesionadas al sonido de las comas y puntos, decididas a acorrarlarme en este callejón que resulta mi cuarto, oscuro salvo por la luz del flexo. Cada lanza penetra mi armadura (¿acaso llevo? resulta demasiado frágil) y me abate, dejándome nostálgica y moribunda. Derrotada, exterminada por mi propio ejército.
En las noches en las que mis escritos me atacan, me hago torniquetes con palabras vanas, de esas que aguantan en los labios apenas unos segundos,de esas que nadie termina por creerse nunca.Palabras que nunca escribo, que nunca abundan en historias reales, palabras de final de cuento. Aun así, en las noches en las que mis propios escritos,mis entradas, todas estas cosas que escribo me atacan,me digo a mi misma que esas palabras torniquete que tanto asustan al que no quiere ser feliz, que tanto ansía el que sí, y que tanto ponemos en un duda unos pocos, es mejor no escribirlas para que no se unan a la filas del ejército equivocado.
Todavía, en las noches que mis escritos me atacan, tengo que refugiarme bajo la sábana, con una luz y palabras de clásicos que terminan ya sea o mejor o peor que yo, para que me den pomada analgésica en las heridas de guerra y poder conciliar el sueño.


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Foto de Budapest, que volví ayer.

Por Madrid provisionalmente de nuevo. Apenas tres o cuatro días,que me voy a Zamora. Felices vacaciones a todos/as