lunes, 11 de enero de 2010

VÉRTIGO


A pesar de los innumerables malabarismos para llevarse el cojín al trasero, Molly consiguió por fin acomodarse entre teja y teja de aquel viejo tejado. Suspiró realizada y contempló en silencio el cielo rojizo. El sol trataba de cobijarse, agotado tras una larga jornada, pero con mejor cara que nunca. Las nubes se disipaban formando colores difuminados y los pájaros piaban a la última luz solar. Una suave brisa le erizó el bello de los brazos y no pudo sino frotarse inconscientemente.
-¿Tienes frío?-preguntó Kevin a su lado, imitando el movimiento con más fuerza. Molly, no muy atenta ni a su tiritona ni a su acompañante, tras una larga pausa preguntó:
-Kev, si me muriese… ¿tú qué harías?-frunció el ceño como si de una pregunta existencial sin respuesta se tratase.
-¿Cómo dices?-susurró un poco perdido él.
-Sí, no sé…al subir aquí tengo el irrefrenable deseo de deslizarme en una teja hasta el canalillo y, cuando ya no haya firmeza bajo mis piernas y el aire azote no solo mi cara, sino todo mi cuerpo, abrir los brazos con un ansia insaciable y…y…y no sé, volar para caer.
-Irías directa al suelo, no se puede decir que vueles, precisamente
-Igual da, solo quiero sentirme algo más cerca de ese cielo de ahí… –repuso con desánimo y decepción.
Su tono se volvió amargó y añadió de nuevo:
-Pero ya veo que a ti te daría igual que muriese.
-Sabes que eso no es así-susurró con amor agarrando primero las manos y después el rostro de Molly- yo me tiraría delante si con eso frenase tu caída y no murieses.
-Pero morirías tú-afirmó con unos negros brillantes casi como aceitunas.
-Poco importaría si hubiese conseguido salvarte-la miró fijamente.
-¿Sabes? Deseo estoy muchas veces…-se acercó poco a poco más a él- quiero decir que vendría aquí todos los días de mi vida. ¿Estoy loca, verdad?
-No lo estás… yo deseo estar también aquí, contigo…vendría aquí cada día de mi vida sólo para quitarte cada crepúsculo la absurda idea de tirarte.
-¿Me quieres?-preguntó avergonzada sin poder evitar jugar con las faldas de su vestido.
-Un poquito solamente-le susurró al oído mientras la estrechaba junto a su pecho.

Y Molly descubrió, por fin, el vértigo de volar sin necesidad de grandes saltos.

3 comentarios:

Martu dijo...

Muy bonito la verdad... Me has despertado un nosequé dentro que me ha puesto tierna... :)
Pero eso en los tejados de Madrid no se puede hacer...

ChicaGuau dijo...

Qué bonito tia *-*
Me ha encantado :)
¡Un beso!

Susurros en el silencio dijo...

qué bonito! lo que me gustan las historias romanticonas, ya me gustaría a mi ser como la protagonista de tu entrada... =)
Te sigo. Un beso.